Kratos Juan Alfonso Mejía ¿Quién en su sano juicio afirmaría que nuestros partidos políticos NO necesitan renovarse? ¿Quién defiende el se...
Kratos
Juan Alfonso Mejía
¿Quién en su sano juicio afirmaría que nuestros partidos políticos NO necesitan renovarse? ¿Quién defiende el sentido de la representación política en México o, en Sinaloa, así como entendemos su ejercicio al día de hoy? ¿Quién habla a favor del liderazgo político producido por este tipo de instituciones en nuestra realidad más próxima a nivel País, estado o ciudad?
Las limitaciones de nuestras instituciones partidarias son evidentes. Su discurso es caduco; su actuar incrédulo; sus liderazgos rebasados; su interés centrado en el dinero; la representación política está en crisis, porque "sus hijos" están enfermos. Sufren de males terminales. Algunos más y otros menos, pero en sus entrañas carecen de resignación y, mucho menos de disposición. Se niegan a aceptar que, son la más viva expresión del "fin de una era".
La lógica de la representación es otra, porque los mecanismos para su entendimiento se transformaron. La radio, la televisión, la Internet y las redes sociales modifican patrones de entendimiento hacia dentro y fuera de estas organizaciones. De la plaza pública a los estudios de televisión, a un teléfono celular; las reglas del juego cambiaron. La democracia representativa lucha por conservar su espacio; la democracia participativa sólo le recuerda la añoranza de otro tiempo. Hoy, la palabra intenta recuperar sentido, ¿lo logrará?
Las candidaturas independientes no pretenden suplantar a los partidos políticos, necesarios a cualquier régimen de libertades. Lejos de ello, buscan redimensionarlos. Bien reglamentadas, las candidaturas independientes fortalecen el sistema de partidos, porque goza de instituciones capaces de elevar el nivel de la competencia. Entonces, ¿por qué tenerles miedo?
El desplegado dado a conocer el 22 de septiembre por más de 100 activistas e intelectuales tiene por objetivo equiparar las condiciones de la competencia entre ciudadanos y partidos. Dicho en una expresión, piden "cancha pareja".
Su demanda es consecuencia a lo acontecido en más de un estado de la República, incluido Sinaloa, en el que los partidos políticos pretenden entorpecer la posibilidad de desarrollar esta figura. En entidades como Aguascalientes, Chihuahua, Hidalgo, Puebla, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz, los partidos tradicionales le temen a la competencia; o bien, sus liderazgos partidarios tradicionales, No Todos, ven en ellas una amenaza en el reparto de lo que consideran, "su botín". Curiosamente, se trata de nuestras entidades, nuestras ciudades, nuestros distritos, no de ellos.
En dichos estados, se reconocen retrocesos graves a la libertad de sus ciudadanos. Esto se debe a la imposición de leyes donde se exigen requisitos desproporcionados, absurdos, para que un ciudadano pueda ser candidato independiente. En estas entidades, los legisladores, con el apoyo de los ejecutivos en funciones y los dirigentes partidarios limitan los derechos que otorga la Constitución, contradicen fallos del Tribunal Electoral del Poder judicial de la Federación y desoyen opiniones del Instituto Nacional Electoral (INE).
Por ejemplo, en Sinaloa obligaron a quienes militan en un partido político a renunciar dos meses antes de iniciado el proceso electoral (15 de octubre) a su militancia; ¿con que fundamento? En realidad, la ley está pensada en las cúpulas partidarias, no en los derechos humanos de los ciudadanos. Al coartar los derechos de los individuos con semejante tiempo de antelación, el dirigente partidario amplía su márgenes de imposición sobre aquellos quienes aspiran a una candidatura. En otras palabras, beneficia al "status quo", a quienes están enquistados en las estructuras.
En Puebla, la nueva ley electoral obliga a los aspirantes a una candidatura independiente a contar con un apoyo mínimo de 3 por ciento de la lista nominal total, que deberá ser respaldada personalmente en los módulos del INE en menos de 20 días. En Chihuahua, los aspirantes deberán comprobar no haber formado parte de un partido en ningún cargo al menos tres años antes del día de las elecciones.
Mucho se ha hablado sobre la ilusión del "independentismo". Se dice que, al haber participado en otro partido político, por ejemplo, no es un candidato independiente. Esto es tan falso como el supuesto liderazgo que detentan tantos burócratas de partido.
En política, ningún interés es independiente. Ni el militante de un partido político deja de ser ciudadano, ni el ciudadano "per se" es una "blanca palomita".
La independencia a la que hace referencia la figura no es limitativa a un partido político. Es independiente de los intereses particulares que detenga una elite en particular. Una elite que pretende imponer a "todos" su visión, sus componendas, sus compromisos. Una elite que socava, que asfixia la democracia porque entorpece la producción y reproducción de otro tipo de liderazgos que enriquezcan un interés colectivo, no sectario. Entonces, hay que ¡saltárselas! La independencia no sólo respecto de las partidos, sino de esa mafia anquilosada en las instituciones del Estado mexicano.
Pedirle a los políticos tradicionales que lo entiendan, es mucho pedir.
Estoy a favor de "emparejar la cancha", porque estoy a favor de renovar nuestras instituciones. Porque no creo en los caudillismos, ni el corporativismos"rapaz" en el que han caído los "liderazgos" de estas organizaciones, vitales para la renovación de nuestra vida pública.
Que así sea.
juanalfonsomejia@hotmail.com
Twitter: @juanmejia_mzt
Juan Alfonso Mejía
¿Quién en su sano juicio afirmaría que nuestros partidos políticos NO necesitan renovarse? ¿Quién defiende el sentido de la representación política en México o, en Sinaloa, así como entendemos su ejercicio al día de hoy? ¿Quién habla a favor del liderazgo político producido por este tipo de instituciones en nuestra realidad más próxima a nivel País, estado o ciudad?
Las limitaciones de nuestras instituciones partidarias son evidentes. Su discurso es caduco; su actuar incrédulo; sus liderazgos rebasados; su interés centrado en el dinero; la representación política está en crisis, porque "sus hijos" están enfermos. Sufren de males terminales. Algunos más y otros menos, pero en sus entrañas carecen de resignación y, mucho menos de disposición. Se niegan a aceptar que, son la más viva expresión del "fin de una era".
La lógica de la representación es otra, porque los mecanismos para su entendimiento se transformaron. La radio, la televisión, la Internet y las redes sociales modifican patrones de entendimiento hacia dentro y fuera de estas organizaciones. De la plaza pública a los estudios de televisión, a un teléfono celular; las reglas del juego cambiaron. La democracia representativa lucha por conservar su espacio; la democracia participativa sólo le recuerda la añoranza de otro tiempo. Hoy, la palabra intenta recuperar sentido, ¿lo logrará?
Las candidaturas independientes no pretenden suplantar a los partidos políticos, necesarios a cualquier régimen de libertades. Lejos de ello, buscan redimensionarlos. Bien reglamentadas, las candidaturas independientes fortalecen el sistema de partidos, porque goza de instituciones capaces de elevar el nivel de la competencia. Entonces, ¿por qué tenerles miedo?
El desplegado dado a conocer el 22 de septiembre por más de 100 activistas e intelectuales tiene por objetivo equiparar las condiciones de la competencia entre ciudadanos y partidos. Dicho en una expresión, piden "cancha pareja".
Su demanda es consecuencia a lo acontecido en más de un estado de la República, incluido Sinaloa, en el que los partidos políticos pretenden entorpecer la posibilidad de desarrollar esta figura. En entidades como Aguascalientes, Chihuahua, Hidalgo, Puebla, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz, los partidos tradicionales le temen a la competencia; o bien, sus liderazgos partidarios tradicionales, No Todos, ven en ellas una amenaza en el reparto de lo que consideran, "su botín". Curiosamente, se trata de nuestras entidades, nuestras ciudades, nuestros distritos, no de ellos.
En dichos estados, se reconocen retrocesos graves a la libertad de sus ciudadanos. Esto se debe a la imposición de leyes donde se exigen requisitos desproporcionados, absurdos, para que un ciudadano pueda ser candidato independiente. En estas entidades, los legisladores, con el apoyo de los ejecutivos en funciones y los dirigentes partidarios limitan los derechos que otorga la Constitución, contradicen fallos del Tribunal Electoral del Poder judicial de la Federación y desoyen opiniones del Instituto Nacional Electoral (INE).
Por ejemplo, en Sinaloa obligaron a quienes militan en un partido político a renunciar dos meses antes de iniciado el proceso electoral (15 de octubre) a su militancia; ¿con que fundamento? En realidad, la ley está pensada en las cúpulas partidarias, no en los derechos humanos de los ciudadanos. Al coartar los derechos de los individuos con semejante tiempo de antelación, el dirigente partidario amplía su márgenes de imposición sobre aquellos quienes aspiran a una candidatura. En otras palabras, beneficia al "status quo", a quienes están enquistados en las estructuras.
En Puebla, la nueva ley electoral obliga a los aspirantes a una candidatura independiente a contar con un apoyo mínimo de 3 por ciento de la lista nominal total, que deberá ser respaldada personalmente en los módulos del INE en menos de 20 días. En Chihuahua, los aspirantes deberán comprobar no haber formado parte de un partido en ningún cargo al menos tres años antes del día de las elecciones.
Mucho se ha hablado sobre la ilusión del "independentismo". Se dice que, al haber participado en otro partido político, por ejemplo, no es un candidato independiente. Esto es tan falso como el supuesto liderazgo que detentan tantos burócratas de partido.
En política, ningún interés es independiente. Ni el militante de un partido político deja de ser ciudadano, ni el ciudadano "per se" es una "blanca palomita".
La independencia a la que hace referencia la figura no es limitativa a un partido político. Es independiente de los intereses particulares que detenga una elite en particular. Una elite que pretende imponer a "todos" su visión, sus componendas, sus compromisos. Una elite que socava, que asfixia la democracia porque entorpece la producción y reproducción de otro tipo de liderazgos que enriquezcan un interés colectivo, no sectario. Entonces, hay que ¡saltárselas! La independencia no sólo respecto de las partidos, sino de esa mafia anquilosada en las instituciones del Estado mexicano.
Pedirle a los políticos tradicionales que lo entiendan, es mucho pedir.
Estoy a favor de "emparejar la cancha", porque estoy a favor de renovar nuestras instituciones. Porque no creo en los caudillismos, ni el corporativismos"rapaz" en el que han caído los "liderazgos" de estas organizaciones, vitales para la renovación de nuestra vida pública.
Que así sea.
juanalfonsomejia@hotmail.com
Twitter: @juanmejia_mzt